Constantino Aucca: conoce al guerrero de los queñuales de los Andes de Perú

Desde hace 35 años, el biólogo cusqueño lidera la reforestación de los polylepis junto con las comunidades altoandinas en cinco países andinos. En el 2022, fue reconocido por la ONU y el año pasado ganó el Earthshot Prize, en el Reino Unido.
Constantino Aucca: conoce al guerrero de los queñuales de los Andes de Perú

Constantino Aucca tiene casi 60 años y dicta conferencias en todo el mundo. En el 2022, las Naciones Unidas lo reconoció entre los “campeones de la Tierra”. “En el Perú, en cambio, no me pagan ni la combi”, ríe el conservacionista cusqueño, a quien sus amigos llaman Tino.

Su agenda está copada. Hoy, jueves, hará una presentación para el Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sinanpe); mañana sostendrá reuniones en el Ministerio de Ambiente “con toda la gente que quiere que sigamos buscando cómo sacar adelante este tema de conservación”. A fin de mes en Nairobi (Kenia), el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) le entregará otro galardón como cabeza del programa Acción Andina.

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Nuestro Messi de la conservación asume los premios como un gran compromiso. El año pasado, al recibir el Earthshot Prize, que promueve el príncipe William de la corona británica, Tino dio una charla en Panamá a los ministerios de Medio Ambiente de Sudamérica y el Caribe. Les llamó la atención porque en sus agendas no figuraba “en serio” el tema de la territorialidad indígena, ni las restauraciones con infraestructura verde y con plantas nativas.

Inicios

Era 1989, los tiempos más duros de la guerra contra el terrorismo, cuando empezó a recorrer las montañas de Ayacucho y Apurímac junto con su maestro, el zoólogo danés Jon Fjeldsa, quien lo comprometió a trabajar por los bosques”.

“Fue un momento gravitante en mi vida –recuerda el biólogo–, solo comparado cuando mi abuelo, Francisco Chutas, me dijo que yo provenía de una cultura ancestral y que mi apellido significaba ‘guerrero’”.

El hombre que ha plantado 3.5 millones de árboles y ha creado 16 áreas protegidas que dan trabajo a miles de personas, nació en el barrio de Arcopata, en la ciudad del Cusco. Es un orgulloso hijo de campesinos. “Mi abuelo fue capataz de hacendados y nos obligaba a hablar español; mi abuela, por las noches, cocinando el mote, nos enseñaba el quechua”.

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Acción Andina, la iniciativa de la oenegé Ecoan, nació en el 2017, durante un Queuña Raymi, una fiesta del queñual, en una comunidad de Ollantay, donde Tino invitó a un grupo de visitantes a los que contó su sueño: borrar fronteras y llevar la experiencia de reforestación de los polylepis, nacida en el Perú, a los altos Andes de toda Sudamérica. No estaba conforme con los resultados de la COP20, celebrada en Lima en el 2014, y para Constantino la acción era mejor que quejarse: “Mandemos un mensaje al mundo y plantemos más de 57,000 árboles de polylepis en un solo día”. El resultado gustó tanto que se repitió y amplió anualmente. “Y ahora, con Acción Andina, se está repitiendo a lo largo de los Andes”.

A los pequeños árboles se le conoce como queñuales, queñuas, quinuales o quewiñas. Su nombre científico es polylepis, arbustos que tienen ramas y tallos como canela, por eso también se le llama “árbol de papel” o “tabaquillo”. Crece sobre todo en el Perú y Bolivia, pero además en Ecuador, Chile y Argentina.

Reservorios de agua

Estas plantas nativas son resistentes al cambio climático y tienen la ventaja de crecer en distintos pisos altitudinales de la sierra.

“Este árbol puede desarrollarse en zonas pedregosas, erosionadas, y generar un microhábitat para que otras especies acompañantes más el musgo trabajen y sean captadores o reservorios de agua. Siempre estos bosques están acompañados de los humedales”, explica el biólogo.

Agrega que los queñuales pueden hacer “un trabajo maravilloso” con los bofedales, que son las despensas de agua altoandinas.

Viajero del agua

Desde hace dos años, Tino viaja mucho por todo Sudamérica. Llega hasta las comunidades, las que están sufriendo hoy la falta del vital líquido. “Hace dos años se dio una sequía terrible que acabó con la agricultura y secó varios cuerpos de agua, fue una catástrofe para las comunidades altoandinas. Todo el mundo clama por agua, pero la única manera de contrarrestar esta falta es plantando más árboles nativos de queñuales, haciendo cosechas de agua con represamientos de lagunas... Hay un montón de cosas por hacer”.

Sembrar queñuales, además de generar agua en las zonas altas de los Andes, previene la erosión y ayuda a mitigar el cambio climático, porque estos pequeños árboles crecen cerca de los glaciares y así se lucha contra la proyección que señala que para el 2025 casi el 70% de los glaciares del mundo desaparecerán. “La gente se jacta de hacer estudios, pero no hacen nada para contrarrestarlo”.

Los bosques de queñuales deben cercarse para que no se los coman las alpacas o llamas, pero el principal problema, apunta Tino, es la minería: “Está destruyendo todas las nacientes de aguas glaciares y estos bosques”. “A las empresas mineras no les importa destruir un ecosistema, sino el precio del metal y todos los años queman pajonales tremendos que afectan a los bosques”.

Sostiene que el programa no es solo de plantar árboles. “Ayudamos a prevenir estas amenazas y ver cómo podemos llegar a un balance hídrico y no tengamos que estar sufriendo por el agua”.

¿El sueño? “Los polylepis crecen desde Venezuela hasta casi la Patagonia. Nosotros quisiéramos completar todas las cuencas. Queremos involucrar más a Venezuela, pero allá hay problemas políticos y se ha perdido en la estructura comunal, y para el éxito de plantar millones de árboles de Acción Andina lo principal son las comunidades que tienen que estar organizadas y bien institucionalizadas”.

Datos:

En los Andes han sido reconocidos 45 especies de polylepis, siendo el Perú el país con la mayor biodiversidad de ellas.

Hoy el programa está presente en más de 10 regiones del Perú.

En el Perú tiene alianzas con el Minam y el Sernanp.

Tras consolidarse en el Perú, el proyecto “saltó” a Ecuador, Siguió por Córdoba, Jujuy y Tucumán, en Argentina, donde sembraron casi medio millón de queñuales.

A ello suman proyectos en las alturas de Cochabamba, Bolivia; en Arica y Tarapacá, al norte de Chile. Este año, la iniciativa ingresará a Colombia.

Cifra:

10 millones de árboles sembraron las comunidades hasta el 2023.