Carlos Olivera

Es cusqueño, hijo del ombligo del mundo. Y por eso su arte no podía ser cualquiera. A los 10 años tropezó con la plastilina y al conjuro de sus manos la hizo suya y universal. Y desde entonces, no ha dejado de transformar cuanto material se ha atrevido a ponerse en su camino: barro, piedra, metal y sigue la lista.

La escultura es su medio de decir, en físico, lo que su alma imaginera echa a volar. Algunas de las grandes capitales del mundo ya lo conocen y lo admiran. Imposible no hacerlo.

Como no rendirse, turumbo, ante el huaracaso de lo inasible y lo etéreo, escapándose de la materia, para gritar su poesía que transfigura su entorno con un verso de cerámica o de piedra o de plastilina primigenia, auroral.

1999 - En el éter y en el plomo I
2000 - Torso psiquiátrico
2007 - Embrión espiritual
2008 - Mercurio
2011 - Abrigo de lo sagrado y lo profano
2011 - Solsticio II
2022 - Chamán
2022 - Decálogo de los buenos tiempos (fragmento)
Anfibio liminal
En el taller
Nómada (detalle)
Santuario de la Asención